Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 5 de junio de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Respuesta al Sr. Ferrer y Garcés
Número y páginas del Diario de Sesiones: 91, 2561 a 2.564
Tema: Bando antirrepublicano del gobernador de Lérida

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Yo siento, Sres. Diputados, molestar a las Cortes con la contestación que debo a la interpelación explanada por el Sr. Ferrer y Garcés: si no fuera por la deferencia que aquí nos debemos todos, y que el Poder ejecutivo debe especialmente a todos los Sres. Diputados, apenas contestaría al señor Ferrer y Garcés; S. S. no ha hecho más que explanar la pregunta que hizo días pasados, insistiendo en que el gobernador de Lérida atacaba a los Diputados de la minoría republicana y a los Diputados de aquella provincia con frases calumniosas.

Yo después de las explicaciones que di el otro día, casi me parece excusado el decir más: ¿qué empeño es el del Sr. Ferrer y Garcés de atribuirse palabras que no van a él dirigidas? ¿Tenía el deber la autoridad de Lérida, estaba en su derecho advirtiendo a los inadvertidas de los peligros que para el orden público y para los intereses de la patria se podían suscitar, a fin de que los conociesen y evitasen? Y cuando la autoridad hace referencia en teoría, en abstracto, a delitos, a crímenes o a faltas, sea de esto lo que quiera, ¿por qué ha de haber particulares o corporaciones que se los atribuyan? Pues qué, ¿dónde, en qué parte del bando del gobernador de Lérida se hace referencia, al hablar de falsas predicaciones, ni a la minoría republicana que aquí representa a aquella provincia, ni a ninguna corporación popular, ni siquiera al partido republicano? No hace absolutamente más que exponer un mal, un mal que ha existido en la provincia de Lérida como en otras provincias, y que existe todavía: no hace más que advertir el mal resultado que pueden dar ciertas predicaciones falsas; y al hablar de estas predicaciones falsas se refiere a los falsos apóstoles que se valen de esas predicaciones para escalar ciertos puestos. En esta generalidad, en esta abstracción, ¿puede estar comprendido el Sr. Ferrer y Garcés, ni tiene mucho menos motivo S.S. para haber hecho mérito de esto después de las explicaciones que el otro día di y que debieron satisfacerle cumplidamente, y después de los documentos escritos por ese señor gobernador, en que dice que no se refiere a su señoría, ni a sus compañeros, ni a corporación alguna determinada, ni siquiera al partido republicano? ¿Cómo después de todo esto puede aplicarse S. S. palabras que cree calumniosas?

Es necesario estar muy persuadido de que se merece la calumnia cuanto tal empeño se muestra en atribuirse las frases calumniosas: el Sr. Ferrer y Garcés sabrá si merece o no esas palabras. (El Sr. Ferrer y Garcés pide la palabra para rectificar) Yo creo que no, lo dije sinceramente el otro día y lo repito hoy; pero me choca el empeño de S. S. en atribuirse lo que el gobernador ha escrito en su bando, cuando no habla ni de la minoría republicana, ni de corporación alguna popular, ni aun del partido republicano; cuando no habla más que de los predicadores de falsas doctrinas. ¿Se cree S. S. predicador de falsas doctrinas? ¿Se cree falso apóstol para escalar puestos de ninguna clase? Pues entonces, ¿por qué ha de creer S. S. que el gobernador se dirige a S. S. al -hablar en estos términos? Señores, en estas generalidades hay que tener en cuenta aquello de "A todos y a ninguno mis advertencias tocan". Lo demás lo sabe el Sr. Ferrer y Garcés. Y basta de esto.

Que el gobernador se precipitó a dar el bando apenas recibió la noticia de la votación de las Cortes relativa a la forma de gobierno. No, Sr. Ferrer y Garcés; el gobernador no dio el bando a consecuencia de la noticia de aquella votación: el gobernador dio el bando para evitar un conflicto que podría haber ocurrido si no se hubiera dado el bando, pero que según las noticias oficiales que tenía, estaba a punto de ocurrir: el gobernador de Lérida escribió el bando bajo la impresión de una triste, tristísima noticia, bajo la impresión de que se procuraba alterar el orden en hostilidad al acuerdo que las Cortes Constituyentes habían tomado. (El Sr. Ferrer y Garcés: Le engañaron.) Pues si los que le dieron la noticia le engañaron, el gobernador no tenía culpa ninguna; sus agentes oficiales así se lo manifestaron y además lo probaba la mucha gente que al instante salió a las calles. (El Sr. Castelar: A consecuencia del bando) Antes del bando: oiga el señor Castelar, y tenga calma.

Dice el jefe de la Guardia civil, con referencia al comisario de policía en una comunicación dando parte al gobernador, lo siguiente:

"Debo manifestar a V. S. que en la tarde del día 22, y hora de las cinco, tuve algunas confidencias de que la parte más radical del partido republicano, reunida en los sitios que tiene de costumbre, trataba de hacer aquella misma noche una manifestación y que había temor de que no les pudiesen hacer desistir de su intento algunos más sensatos que al efecto interponían toda su influencia y persuasión para lograrlo. Noticioso además de que con este motivo reinaba ya alguna alarma y cierta agitación por haberse hecho correr la voz de que en Barcelona se estaban levantado barricadas, hice inmediatamente..."

Cuando el gobernador de una provincia recibe la noticia de que las Cortes Constituyentes han tomado un acuerdo sobre una cuestión tan grave como es la forma de gobierno, y al mismo tiempo sus agentes oficiales la dicen que se va a alterar el orden, que se va a hacer una manifestación secundando los acontecimientos de Barcelona, donde según se decía, se estaban levantando barricadas, ¿puede permanecer impasible? Cualquier medida que tome en esos momentos ¿se puede decir' como se ha dicho del bando del gobernador de Lérida, que es hija de la precipitación de la alegría?

Y después de todo, ¿qué dice ese bando presentado aquí con tanto aparato? Pues no dice nada de particular: hay en él un párrafo sobre el cual llama el Sr. Ferrer y Garcés con gran encarecimiento la atención de las Cortes. Téngase en cuenta que el gobernador publicó el bando a consecuencia de las noticias recibidas de que iba a tener [2561] lugar a una manifestación hostil protestando contra el senado de las Cortes Constituyentes. Pues bien, el gobernador en ese párrafo que el Sr. Ferrer y Garcés entrega a la execración de todos los liberales, dice lo siguiente, porque yo no pienso ocultar nada:

" Si hasta el presente era lícito y tolerable todo género de trabajos pacíficos para que fuese adoptada una forma determinada de gobierno, hoy que el fallo solemne de la Asamblea la ha fijado de un modo irrevocable, seria un delito de lesa soberanía toda manifestación ya tumultuosa o pacífica que tendiese a menoscabar esta resolución soberana."

Yo no entraré ahora a estudiar la significación gramatical de la palabra menoscabar; pero clara está la intención del gobernador al referirse a una manifestación hostil contra el acuerdo que acababan de tomar las Cortes Constituyentes. ¿Dice acaso el gobernador que en adelante no pudieran verificarse reuniones políticas, limita de algún modo el derecho de la prensa para tratar de todo lo que crea conveniente? En ninguna porte de su bando lo dice; se refiere única y exclusivamente a manifestaciones de la naturaleza de la que se iba a verificar, según noticias oficiales. Tan cierto como esto, que al día al siguiente, todos los días, las reuniones han continuado, la prensa ha seguido escribiendo del mismo modo, con la misma violencia, con las mismas inconveniencias y con la mima falta de respeto a los acuerdos de las Cortes Constituyentes con que antes escribía.

Yo reto al Sr. Ferrer y Garcés a que me cite un acto de ese gobernador, que se quiere ahora entregar a la excreción de las Cortes Constituyentes y del país entero por el cual haya faltado en nada ni por nada a la liberta y al ejercicio de los derechos individuales.

El bando fue dado para prevenir una manifestación tumultuaria, para impedir que se acogieran las falsas noticias, que Dios sabe quién las haría correr, de que había tumulto en Barcelona y barricadas levantadas contra el acuerdo de las Cortes; pero aun en ese bando y en esas circunstancias el gobernador ni siquiera previno ni dijo las medidas que iba a tomar: únicamente consignó que sería un delito de lesa soberanía el venir a menoscabar los fallos soberanos de las Cortes Constituyentes. ¿Y eso no puede, por ventura, decirlo un gobernador? El gobernador de Lérida no hizo en ese bando más que recomendar la mayor circunspección, que deben tener siempre los partidos y mucho más en circunstancias tan difíciles y extraordinarias como las que estamos atravesando, y como las que el creía tener que atravesar en aquellos momentos.

 Pero el gobernador de Lérida ha continuado respetando, como no podía menos, el ejercicio de todos los derechos individuales, y en aquella provincia, libre el pensamiento, libre la palabra, libre la conciencia, libre la reunión, libres las asociaciones, aquella autoridad no ha puesto el más pequeño obstáculo al ejercicio de esos derechos. Y es más: los republicanos han hecho después alarde de reuniones que de otro modo no hubieran tenido, y han hablado en ellas contra la monarquía y contra el acuerdo de esta Asamblea para ver si el gobernador las impedía. Y después no sólo han celebrado reuniones en la capital, sino que han tenido una especie de reunión federal en un pueblo de la provincia, donde han convocado todos los comités republicanos de la misma, tratando el acuerdo de esta Cámara y haciendo ostentación de ello para ver si ponían al gobernador en el caso de prohibir esa reunión; pero cabalmente esa autoridad no le ha dado gusto, y ha hecho muy bien. Un periódico republicano, en fin, que allí se publica, se ha gloriado de atacar violentamente el acuerdo de las Cortes Constituyentes; y cuando estas decían ¡arriba los reyes! aquel acababa su artículo diciendo "abajo los reyes y viva la re pública federal" Y sigue diciéndolo ahora que la Constitución está definitivamente votada, y sin embargo el gobernador de Lérida no ha hecho nada contra ese periódico. Pues entonces, ¿qué queja formal ni fundada puede darse contra un gobernador que ha sabido cumplir con sus deberes y dejar expedito y libre el ejercicio de todos los derechos individuales?

Se hace el cargo general de que aquel gobernador quiere matar al partido republicano de Lérida, y que esto es una lástima porque Lérida ha sido siempre republicana. ¡Ah, cómo se conoce que el Sr. Ferrer y Garcés mira a la provincia que representa por el color de la república y todos le han parecido y le parecen siempre republicanos!

¿De cuándo acá ha sido siempre republicana Lérida? S. S. me citará el año 54. ¡Y qué! ¿Cree S. S. que yo no conozco aquella provincia? Pues llevo ya unos cuantos meses en el Ministerio de la Gobernación, meses, Sr. Ferrer y Garcés, que son más que años. Ya conozco bastante, bien el estado en que se encuentran todas las provincias de España, lo que ha habido allí, y lo que hay, y lo que habrá, y lo que ha sido siempre, y lo que es hoy y lo que será mañana. Yo sé que de la provincia de Lérida el año 54 vinieron aquí dos Diputados, entre ellos S. S., que se llamaban republicanos, pero que no fueron elegidos como tales; y la prueba es que S. S. lo fue en un acuerdo de los únicos partidos liberales que entonces existían, el progresista y el democrático. Así vino S. S.; y en cuanto al otro compañero al que S. S. se refiere, no solo no fue elegido ni vino como republicano, sino que no quiso votar contra la monarquía. ¿Dónde están, pues, esos republicanos que había el año 54?

Pero desapareció aquella situación, y desde el año 56 hasta que entró la unión liberal, ¿dónde estaban esos republicanos que no hacían más que votar en su mayoría Diputados cuneros en aquella provincia? Diputados cuneros, sí, votados y consentidos por los mismos señores que se sientan en los bancos de enfrente, porque iban a las reuniones y allí se proponían candidatos como el entonces coronel, ahora brigadier Abades, y como Santamaría gobernador o corregidor de Barcelona, y en esas reuniones estaba el Sr. Ferrer y Garcés, y a ellas acudieron otros compañeros de S. S. (El Sr. Ferrer y Garcés. Es inexacto. -Otro Sr. Diputado: ¿A qué viene eso?) Viene a que no es verdad que toda la provincia de Lérida sea republicana como se nos quiere hacer creer ahora. Y todavía después, andando el tiempo, y el año 64 también, se propusieron allí candidatos de la unión liberal; y cuando los partidos liberales estaban retraídos, muchos de los señores que ahora se llaman muy republicanos tomaban parte en la elección y votaban candidatos de la unión liberal, no republicanos, y esto lo hacían usando los partidos liberales hablan dicho: "No más elecciones; ya no podemos entrar más en el terreno de la legalidad." ¿Dónde están, por consiguiente, dónde estaban en el año 54, dónde han estado después todos esos señores republicanos? (El Sr. Castejón (D. Pedro): Pido la palabra para alusiones.)

No he citado a S. S; pero prueba es de que se crea aludido el que pido la palabra. (EI Sr. Castejón (D. Pedro): Ha aludido S. S. la provincia que represento, y precisamente ninguna otra de España... ) Está bien, todo eso será verdad; pero los hechos demuestran lo contrario, y yo a los hechos me atengo.

Después de todo, señores, yo quisiera saber también [2562] dónde estaban esos innumerables republicanos que llenan hoy la provincia de Lérida y que amenazan llenar el mundo, cuando en algunas de las sublevaciones que ha habido en favor de la libertad han trabajado poco o mucho todas las provincias de Cataluña, menos Lérida, a excepción de dos personas dignísimas, los Sres. Castejón, que hicieron con nosotros todo género de sacrificios, atravesaron la frontera para preparar los ánimos, y todas la provincias, repito, hacían algo, menos la de Lérida. Y podían haber salido siquiera algunos de tantos y tanto republicanos como, parece que sobran hoy.

Y después de venir de la revolución, ¿cómo ha tenido lugar esa invasión de republicanos que antes se conocían en Lérida? Porque la verdad del caso es que lo que había antes en Lérida eran muchos carlistas: eso es lo que ha habido siempre en Lérida; sino que ahora, por arte de encantamiento, todos los que antes eran carlistas se han hecho furiosos republicanos.

Y después de la revolución, ¿qué ha sucedido? Llegó la revolución, en la cual no han tomado gran parte lo republicanos de Lérida, menos algunas individualidades a las cuales no se les hará nunca bastante justicia; pero como masa, como ejército, como pueblo, no ha visto que haya hecho nada de extraordinario esa nube inmensa que ahora por todas partes nos cubre de republicanos de la provincia de Lérida.

Llega la revolución; se forma la junta a las cuatro de la madrugada en la casa de ayuntamiento, y esa junta continuó sin decir nada de república. Pero el Sr. Orense sin cuya noticia y sin cuyo concurso se hizo la revolución atraviesa la frontera después que la revolución estaba hecha; y ya que no pudo levantar bandera para luchar, la levantó para ir recorriendo pueblos; y entre otros llegó a Lérida: se dirigió al ayuntamiento, donde estaba la junta y allí proclamó las importantes ventajas y las grandes cosas que iba a traer la república federal; y de repente sin haber dicho nada de la república, aquella junta se hizo republicana federal. Y claro está: hecha la junta republicana federal, los ayuntamientos, la Diputación provincial, la fuerza ciudadana y los empleados, todos fueron republicanos federales: así es que las elecciones municipales que vinieron después por el sufragio universal dieron el mismo resultado.

Esta es la historia: todo esto explica ese enigma de que haya allí esa inmensa nube de republicanos federales. Además tuvieron la gracia singular de que allí donde no podían triunfar por la persuasión, acudían a la amenaza, y voluntarios como, por ejemplo, los de Tremp, salían por los pueblos armados de republicanos federales pidiendo y exigiendo, en caso necesario, el voto para determinadas candidaturas. Y donde no ganaban las elecciones, la Diputación provincial, que era republicana federal, anulaba las elecciones de los pueblos en que los monárquicos habían triunfado, y ha habido pueblos cuya elección ha sido anulada por aquella Diputación provincial hasta tres veces.

Y es más: como si estos medios no fueran bastantes para ganar las elecciones de parte de los republicanos federales todavía en la víspera de la elección adaptaron una táctica que no ha sido especial para la provincia de Lérida: desde antes de las elecciones, en las calles de la poblaciones había un fuego graneado tan vivo, que algunas casas de los monárquicos todavía están acribilladas a balazos, y era tal el pánico que esto infundía en los monárquicos, que abandonaban los pueblos porque no podían vivir en ellos. Llegaron las elecciones y las ganaron: ¡vaya una gracia!

Así se explica el cómo una provincia, que era en una gran parte carlista, en mucha liberal, pero liberal progresista, que ha venido luchando siempre con los progresistas, sufriendo las desgracias o gozando de los triunfos del partido progresista, de repente se ha hecho republicana federal. (Un Sr. Diputado: Esa es la ley del progreso.) ¡Ah, la ley del progreso! No es así como debe comprenderse la ley del progreso infundiendo miedo a las personas honradas para ganar las elecciones. Esa es la ley de la arbitrariedad, del escándalo y del retroceso.

Todavía falta una cosa que ha dejado para lo último. Encima de todo este ramillete de república federal, de juntas, de ayuntamientos, de Diputaciones y de empleados no eran republicanos. El gobernador también fue gobernador republicano; y claro es entonces que en una provincia en que el gobernador es republicano, la Junta republicana, los municipios de todas las poblaciones importantes republicanos, la Diputación provincial republicana y los empleados republicanos federales también, ya se figurarán los Sres. Diputados qué resultado podían dar las elecciones hechas por el sufragio universal.

Yo siento entrar en estos detalles; yo no quería ni quiero levantarme en son de guerra. Pero cuando se ataca a las autoridades que están en su derecho; cuando viene á hacer creer al país que todo en España se ha vuelto republicano; cuando se pretende hacer creer que la forma monárquica adoptada por las Cortes Constituyentes es un mal, porque no va a ser aceptada por la mayoría de los españoles, es necesario decir la verdad sobre los republicanos federales, de los cuales no habíamos conocido ni uno siquiera antes de la revolución, ni uno, Sr. Castelar, incluso S.S.

El Sr. VICEPRESIDENTE (Moncasi): Orden

El Sr. Ministro de la GOBERNACION (Sagasta): No se incomode el Sr. Castelar; tenga calma y paciencia, cuando quiera discutiremos ese punto, y ya verá el país hasta dónde y hasta qué punto era S. S. republicano federal poco tiempo antes de la revolución. (El Sr. Castelar: Eso lo veremos después.) Bueno.

El Sr. Ferrer y Garcés ha querido hacer creer a las Cortes Constituyentes, sin duda, que el bando del gobernador de Lérida había producido gran disgusto y gran excitación en toda la provincia. Tranquilícese S. S., y tranquilícense los Sres. Diputados; ha producido perturbación y excitación en aquellos que se excitan por poca cosa, en los republicanos. Pero en cambio, en los demócratas monárquicos, en los que han sido liberales antes de ahora, constantemente, en personas influyentes e importantes, en perdonas de arraigo de la provincia, ha producido gran satisfacción. Estoy lleno de partes telegráficos de esa provincia en que me dicen: "Sabemos que se va a hacer una interpelación a las Cortes Constituyentes. El Gobierno debe sostener esta autoridad, porque ha sabido conservar el orden y poner a raya los extravíos con que algunos mal llamados republicanos han perturbado la provincia." Y eso me dicen todos los comités, el comité central democrático monárquico, compuesto de personas importantes que su señoría conoce; y eso me dice la representación del comercio; y eso me dice la representación de la sociedad entera de todas las personas de orden de aquella provincia que no han sido nunca reaccionarias, ni han tenido que ver nada con las administraciones reaccionarias.

Dice S. S. que el Poder ejecutivo no ha respetado los nombramientos que hizo la Junta revolucionaria de Lérida.

El Poder ejecutivo no ha respetado, al menos en lo que mi departamento depende, no ha respetado a aquellos [2563] funcionarios que se valían de su posición oficial para proclamar ideas de cierto género, política de cierta clase porque yo quiero que el empleado se ocupe de su destino, en lugar de ir proclamando por los pueblos ideas de esta o de la otra naturaleza, abandonando su puesto: y a esos que no he podido respetar, nombrados por las juntas, no les he sustituido con empleados de la última administración; si hay algunos, será porque las personas que me lo han recomendado, pues yo no tengo obligación de conocer a todo el personal de la administración pública, me habrán sorprendido. Yo he procurado colocar a aquellos que han hecho grandes sacrificios, que se han batido por la libertad, que están interesados en su triunfo. Pero claro está, señores, que como en aquella provincia todo se arreglaba al patrón republicano federal, y para colocar a uno en un destino, por insignificante que fuera, se le exigía la fe de bautismo de republicano federal, cuando vino un Gobierno que no era republicano federal, ni siquiera republicano, tuvo necesidad de decir: "si quieres ser empleado, deja de proclamar esas ideas: no te lanzo porque las hayas proclamado; pero si sigues abusando de tu puesto, te quitaré y te sustituiré con otro. "

El Sr. Ministro de la GOBERNACION (Sagasta): Señor Presidente, la cosa no lo merece. He concluido.



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